Asesinato del alcalde de
Améscoa Alta en 1586
Luciano
Lapuente estudió en el ARGN el proceso relacionado con el asesinato del alcalde
de Améscoa Alta y Escribano Real, Gonzalo de Albizu.Con sus datos, con los que
yo dispongo sobre el personaje, que lo era, y la época, sumamente peculiar en
la historia de Améscoa, aporto yo mi versión al respecto.
El
día 23 de noviembre, domingo ya de tarde avanzada, volvía a Eulate, a su
domicilio, de ejercer sus funciones como notario en Améscoa Baja, el citado Gonzalo
de Albizu. Cuenta Lapuente, basándose en el contenido del proceso, que al
llegar a las proximidades de la ermita de Sandeloa, hoy San Eloy, «le
salieron al camino, le tiraron un tiro de escopeta con perdigones gruesos y le
mataron a traición y alevosamente … y no tuvo lugar para poder llegar a su
casa, ni para confesar ni testar».
Al
saberse la noticia,el teniente de alcalde mandó congregarse en la iglesia del
lugar, junto al Palacio, a todos los vecinos del pueblo y comprobó que no
faltaba ninguno. Se dice en el propio proceso que entre la gente se comentó de
inmediato que los Jáuregui eran altamente sospechosos. Y el Teniente de Alcalde,
Diego Remírez de Baquedano, yerno del difunto, fue resolutivo. Encerró a dos miembros de la familia citada como presuntos asesinos y les confiscó «los arcabuces
y las abarcas con todos los aparejos».
Al
día siguiente, reconoció el lugar de los hechos acompañado y dos vecinos,
Esteban de Mendiguren, cerrajero, Joannes Miquelez y Pedro de Acedo, sastre,
hallaron huellas de abarcas en piezas de labor cercanas. El Maestro Cirujano
local, Álvaro Gutiérrez, hizo el reconocimiento del cadáver e informó «Sacamos
la camisa hacia afuera, desabrochamos el sayo y el jubón y le hallamos, en el
lado izquierdo cinco heridas que cada una procedía de tiro de arcabuz y
extrajimos del cuerpo tres postas».
Supone
Lapuente, que debió leerse todo el proceso, que todo pudo ser debido a la
enemistad entre familias, los Albizu, de una parte, y los Jáuregui y Díaz de
Jáuregui de otra.
Y es
verdad que a algunos la hidalguía parece salírseles por las orejas y se notan
excesos para un valle tan pequeño. Sobran “jauntxos” con cierta frecuencia en
algunas fases de nuestra historia.
Parece
que en esa confrontación, resumiendo, se pasan de vueltas ambas partes. Albizu,
desde su posición de alcalde, notario e hidalgo les da leña a los Díaz de
Jáuregui y, al parecer, mueve los hilos para que uno de ellos sea obligado a
aceptar por un año, el puesto de buruzagi, o alguacil municipal. Y lo hace cuando
estaba intentando conseguir el reconocimiento de hidalguía para su apellido, lo
que le hubiera dejado exento de prestar ese servicio. En esa época, eso suponía
una humillación grave.
Y
los Díaz de Jáuregui, o alguno de ellos, no solo siente el agravio, sino que
decide devolverlo y con creces. O con postas, mejor dicho. Y la disputa se
salda con un muerto.
Las
averiguaciones no aclararon nada, bien sea porque no se investigó bien, o
porque el autor o autores de los hechos se habían dotado de unas excelentes
coartadas que hacían imposible probar que hubieran cometido el crimen.
La Corte Mayor de Navarra, quizá para no quedar mal, impuso penas de destierro del Reino de cuatro años a los dos sospechosos y de un año al que consideró inductor. Y digo esto porque no había prueba alguna contra ellos.
Duro castigo si eran inocentes. Nulo castigo si eran culpables, porque no tuvieron sino que ir a vivir a Contrasta o a otra población del cercano valle de Arana en Álava.
No he leído este proceso, en el que la viuda de Gonzalo de Albizu reclamaba 10.000 ducados por la muerte de su marido y que consta de 497 folios, porque esto es un blog y ya tengo 82 años.
Y es mucho trabajo para llegar a la conclusión de que de vez en cuando, como la historia pone de manifiesto, se nos enturbia el cerebro y acabamos humillando al vecino o dándole muerte.
Gonzalo
de Albizu era vecino y natural de Eulate. En la página más antigua de los
libros parroquiales de Eulate que consulté, se le menciona con fecha 1549. Concretamente,
junto a su mujer Catelina Pérez de Eulate. Y el motivo es el nacimiento de su
hija María. Ya en esa fecha se le menciona como “Notario”. En 1552, el
matrimonio bautiza a un hijo con el nombre de Gonzalo.
Gonzalo de Albizu hijo, ejerció también como Notario, siguió avecindado en Eulate y había casado en 1582 con María Díaz de Jáuregui. Que supongo no sería de la misma rama con la que estaba reñida su padre. En 1590 bautizaron un hijo al que, ¡cómo no! llamaron Gonzalo, y ese mismo año, además de padre, fue también ¡cómo no! alcalde de Améscoa Alta.
Para saber más sobre el proceso:
LAPUENTE MARTÍNEZ, Luciano (1982), INSTITUCIÓN PRÍNCIPE DE VIANA. Cuadernos
de Etnología y Etnografía de Navarra. Número 33 (1979). Estudio etnográfico de Améscoa
VIII. El Buruzagui. Un crimen de tipo social. pp.498-501.
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