Mostrando entradas con la etiqueta Remírez de Baquedano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Remírez de Baquedano. Mostrar todas las entradas

El marqués decía que el muerto era suyo.1695

El marqués decía que el muerto era suyo. 1695

                       Imagen que simboliza la disputa de jurisdicción entre                        el Marqués de Andia y el Alcalde de Améscoa (elaborada con ayuda de Gemini)
 


El caso es que a finales de julio de 1695 “fue hallado en el termino de Celaizarana el cadaver de Thomas Diaz de Ecala, vecino de Baquedano”. Pedro Díaz, alcalde de Améscoa Baja, ordenó el levantamiento del cadáver y su tralado a Baquedano donde se celebraron honras fúnebres el 1 de agosto. Y se hizo cargo de las pesquisas sobre la muerte del pastor.

El 18 de agosto planteó litigio Juan Remírez de Baquedano, Caballero de la Orden de Calatrava, Marqués de Andia y Urbasa, Señor de Urbasa y de los palacios de Ecala, San Martín, Zudaire y Baquedano y de las pechas (impuestos) de los valles de Améscoa Alta y Baja, vecino de Madrid, de una parte, y contra él, los valles de Améscoa Alta y Baja, por haber intervenido en el reconocimiento y levantamiento del cadáver de Tomás Díaz de Ecala, vecino de Baquedano, fallecido en Limitaciones. Entendieron los amescoanos que la autoridad civil del Marqués de Andia sobre la sierra de Urbasa, no era aplicable en sus Limitaciones.

El 12 de marzo de 1700 pronunció sentencia la Corte Mayor de Navarra en favor de los valles de Améscoa, por la que se aprobó la actuación de Pedro Díaz alcalde de Améscoa Baja, en el levantamiento del cadáver de Thomas Díaz de Ecala hallado en el termino de Celaizarana, frente a la acusación del Marqués de Andía que consideraba, erróneamente, que el caso era de su competencia, como señor de la jurisdicción civil y criminal de los montes de Urbasa y Andia.

La queja del marqués no tenía sentido desde ningún punto de vista. El cadáver fue hallado en una zona que a finales del siglo pasado y a pesar de llamarse "Corrales de Bardoiza", estaba situada detrás de la txabola de Hernani y dentro, muy claramente, del Monte Limitaciones de Améscoa y fuera, por consiguiente, de su jurisdicción. Y así de claro queda en la inscripción de defunción de Thomas Díaz de Ecala. Por otro lado, estaba próximo al lugar de Baquedano donde habitaba y lo lógico era llevar el cadáver a su pueblo. No había otro edificio en la sierra. El Palacio de Urbasa no existía ni la venta, solo la ermita de Done Loria/Las Santas y el Marqués tenía su residencia en Madrid. 

Pero los Remírez de Baquedano habían estrenado el marquesado ese año y no sabían cómo hacer para incordiar a los amescoanos. Me permito recordar que el título le fue concedido a Diego Remírez de Baquedano, padre de Juan, el 20 de febrero de 1695. Falleció el 3 de junio. El pastor del que hablamos falleció en julio y Juan Remírez de Baquedano ya estaba pleiteando en agosto. Y no era ningún mocete, estaba casado (sin hijos), tenía 50 años y había estudiado en la universidad de Oñate, primero, y en la de Valladolid, después.

 Pero le podían las "ganicas" de hacerles pagar a sus paisanos los que él consideraba agravios y en ello estaba con mucho empeño, ahora que podía o creía poder. 

                Sobre mapa actual de IDENA he señalado con un punto rojo                 el lugar en el que fue hallado el cadáver. 

       Y estos eran los agravios:

Ya en 1623, los vecinos del valle se habían opuesto a la pretensión de José Remírez de Baquedano, abuelo de Juan, de intitularse Señor de San Martín y habían obtenido sentencia favorable por la que “de aquí en adelante, no se intitule ni llame, Señor de San Martín, por escrito, ni de palabra”. Señor del Palacio de San Martín sí, Señor del lugar de San Martín no. Porque San Martín tenía su propio Concejo y sus propios regidores y no precisaba un Señor por encima de ellos. Y esta negativa hizo sangre.

En 1687 se le hizo merced real a Diego Remírez de Baquedano, hijo del ya citado José, atendiendo a su petición, de 3.000 robadas en el Raso de Urbasa. Se produjo de inmediato un memorial de contrafuero de la Diputación del Reino al Virrey por ir la concesión en perjuicio de los naturales del Reino, que tenían derecho al goce de dicho monte. Y se retiró la merced.

Raso de Urbasa. Al fondo Beriain. Foto de archivo propio.

Y como compensación por la anulación anterior, Carlos II le otorgó el nombramiento de Marqués de San Martín y, previamente, como era protocolario, el título de un vizcondado que, en este caso, fue el vizcondado de Zudaire. Igualmente le concedió todos los derechos reales en Urbasa y Andia, con el patronato y la jurisdicción civil y criminal sobre la zona.

A la concesión de los títulos se opuso el lugar de San Martín, Améscoa Baja y Fernando de Baquedano. Todo ello “porque no tuviese efecto dicha gracia… en cuanto a denominarse marqués del dicho lugar, y que, en adelante, ni de el dicho valle, ni de ninguno de los lugares  de él, ni de todo su territorio, ni de suelo de ellos se pueda hacer merced a persona alguna… de título alguno, señorío, ni otra merced…”. A 17 de febrero de 1693. Y el Rey hubo de retirar los nombramientos.

Finalmente En 1695, el 20 de febrero, le fue concedido el título de Marqués de Andia y mantuvo todos los derechos reales en Urbasa y Andia, con el patronato y la jurisdicción civil y criminal sobre la zona y la propiedad del patronato religioso, hasta su muerte, acaecida el 3 de junio siguiente.

Y llegados a ese punto, con el primer marqués recién enterrado, el segundo marqués amargaba la vida desde Madrid a sus exconvecinos. Y esta no es más que una muestra de las fórmulas que utilizó para conseguirlo. Lo cuento en:

GARCÍA DE ALBIZU, Balbino (2022), «El palacio amescoano de Urbasa. Del nacimiento a la agonía», en Conociendo el pasado amescoano, VII, Pamplona: Lamiñarra, pp. 15-102.



Consiguió el marquesado y murió al poco. San Martín, 1.695

Consiguió el marquesado y murió al poco. San Martín, 1.695





    Fernando, su hijo segundo, dispone celebrarle su entierro y honras los días 12 y 13 del mes siguiente, julio. Son convocados los sacerdotes de ambos valles y de Val de Allín.

    Había testado ante Juan García de Zudaire, Escribano Real. “Deja encargadas que se digan hasta mil misas y que doce pobres asistan con sendas hachas encendidas a las funciones. Deja limosnas para las ermitas de la Virgen y de San Bricio, a la demanda de la Santísima Trinidad, al Hospital General de Pamplona y a la Virgen de Aranzazu”.

    Había obtenido el título, por el que luchó buena parte de su vida ante la oposición de los amescoanos, el 20 de febrero. Le duró poco más de cien días.

 

Diego Remírez de Baquedano había nacido en San Martín de Améscoa el 3 de julio 1617 y era hijo de José y María López de Arcaya. Su hermano Juan, el primogénito, nacido en 1614, pero falleció joven en la guerra.

Quedó pues Diego como sucesor de su padre y sirvió en la milicia como capitán de infantería en 1636, “en la entrada que sus Reales Armas hicieron en Francia, y se halló en la toma de San Juan de Lux, Ciburu, Urruña, y fuerte de Zocoa”. Estuvo también, en 1638, en el fuerte de Burguete. Se dice que “asistió en Burguete por tiempo de cinco meses á la defensa de dicho fuerte”. Y “consta que el año de mil seiscientos y quarenta sirvió Don Diego en la misma compañía en las fronteras de Cataluña”.

En 1642 cumplió Diego Remírez de Baquedano 25 años y había concertado ya la fecha de su casamiento a final de año. Fallecido su padre y su hermano mayor Juan, quedaba como sucesor y cabo de linaje de su apellido.

Poco antes de contraer matrimonio hizo una petición de acostamiento al rey de España, Felipe IV en este caso, acompañada del protocolario currículo, que el monarca pidió fuera verificado. En él se describía su ascendencia y sus servicios prestados a la corona, todos ellos relacionados con la milicia y alegaba que “la dicha casa de Remírez de Baquedano, aunque es muy noble y muy antigua, pero que es de muy poca renta”. Volvió a solicitar 150.000 maravedíes, como su abuelo y su padre y, como a ellos, se le denegó y la concesión quedó en 25.000 maravedíes.

Contrajo matrimonio, en 1642, con María Álvarez de Eulate y Albizu, hija del Maestre de Campo Juan Álvarez de Eulate, Caballero de la Orden de Santiago, y de María de Albizu, señores del Palacio de Eulate.

De este matrimonio nacieron: Josefa (1644), Juan (1645), Catalina (1646), Diego Matías[1] (1648), Fernando (1650), Diego Felipe (1659, apadrinado por su hermano Juan) y Gonzalo Bernabé (1662). En 1665, falleció su esposa María con 48 años de edad, tras ocho partos, el último, con 45 años.

Tras esta pérdida, Diego dispuso que su hijo Juan, su varón primogénito, adquiriera la formación necesaria para hacer carrera política, rompiendo con la tradición familiar que optaba por la milicia. Diego ya había tenido esa experiencia participando en la guerra contra Francia y su hermano Juan, había muerto en ella. Además de los riesgos inherentes a la milicia activa, debió entender que la vía política, precedida de la formación adecuada, era la conveniente para el desarrollo de su sucesor. Y todo ello, formación y carrera personal, no podía llevarse a cabo sino a distancia de su rústico palacio local y de su valle natal. Y, más concretamente, donde se formaban los jóvenes de familias influyentes que luego coparían los puestos clave en la política y en la administración. Y así Juan, ingresó en la Universidad de Oñate y, a continuación, en la de Valladolid.

Diego permaneció viudo durante treinta años, veinticinco de ellos pleiteando con sus paisanos y persiguiendo mercedes reales. Y, entre ellas, las que su padre, José, no pudo conseguir: poder y signos externos que avalasen ese poder. Logró buena parte sus objetivos, entre ellos el más codiciado, un título nobiliario, el de marqués. Pero poco más de tres meses sobrevivió a ese logro.

De los numerosos litigios mantenidos con sus paisanos hablaré en otra ocasión.




Escudo de los Remírez de Baquedano puesto sobre el sepulcro de Gonzalo Remírez de Baquedano, cabo de linaje de los Baquedano (Siglo XV) y vista parcial del Raso de Urbasa.

 

Efemérides 006: Gonzalo de Baquedano testó en 1426 y fundó linaje

Gonzalo de Baquedano testó y fundó linaje en 1426






Imagen, obtenida en la década de los ochenta, del lugar de enterramiento
 del matrimonio en las ruinas de la iglesia de santo Domingo (Estella). 

En su testamento dispuso que él y su esposa, Teresa Alfonso de Palomeque, de una familia de la nobleza de Toledo, fueran enterrados en la la iglesia del monasterio de Santo Domingo de Estella.

Al testar, nombraba heredero a su hermano Sancho de todos sus bienes en Ecala, San Martín, Baquedano, Ganuza, Arteaga y Mues. Lo que ocurrió tras su fallecimiento en 1428.

Su esposa fue igualmente sepultada tras su muerte años más tarde.

Los descendientes de su hermano Sancho habitaron en Ecala y San Martín y uno de ellos, Diego Remírez de Baquedano, obtuvo en 1695 el marquesado de Andia y Urbasa y sería el último de este linaje en morar en el valle.

La tapa del sarcófago existente en el arruinado convento e iglesia de Santo Domingo de Estella, con la estatua yacente que representa a la esposa de Gonzalo de Baquedano, pasó al Museo de Navarra.  La Comisión de Monumentos de Navarra hizo una petición para que fuera retirada de las ruinas y llevada a Pamplona en 1910, donde puede verse. 


          Para saber más de los Remírez de Baquedano:

GARCÍA DE ALBIZU, Balbino (2022), «El palacio amescoano de Urbasa. Del nacimiento a la agonía», en Conociendo el pasado amescoano, VII, Pamplona: Lamiñarra, pp. 15-102.







 

El Santo Cristo de las Agonías de Urbasa

El Santo Cristo de las Agonías de Urbasa


“Imagen cedida por el Museo de Navarra-Nafarroako Museoa”



Durante casi tres siglos el Cristo de las Agonías de Urbasa presidió la capilla del Palacio de Urbasa y fue objeto de veneración o de admiración por personas de muy variada condición. Pastores, arrieros, vagabundos, viajeros, ganaderos, veraneantes, montañeros, etc. Y por los propios amescoanos que lo incluían como destinatario de ofrendas y legados.

Entre 1703, que salió de Nápoles, realizado por Jacobo Bonavita, con destino al palacio que habían construido los Remírez de Baquedano en Urbasa, hasta 1990 en que se exponía al público en el Museo de Navarra, tras la adquisición del edificio por el Gobierno de Navarra, formó parte de la historia y la cultura local.

Estuvo ahí durante los litigios entre los Remírez de Baquedano de San Martín y Ecala y sus vecinos amescoanos, y los ganaderos que llevaban sus rebaños a Urbasa y Andia. Y vio pasar guerras y conflictos a lo largo de esos tres siglos.

Y me diré finalmente: No se podía quedar donde estaba porque el palacio se caía a trozos y estaba arruinado. Y no, no pienso que merecía la pena gastar un pastizal en salvar el palacio. Donde procede invertir es en el valle antes de que se vacíe. 

Y, por otro lado, está muy bien en el Museo, pero ya lo verá poca gente y desprovisto de la pequeña historia que se vivió a su alrededor. En cualquier caso, merece la pena que parte de lo que le rodeó le acompañe y yo lo cuento.




GARCÍA DE ALBIZU, Balbino (2022), «El palacio amescoano de Urbasa. Del nacimiento a la agonía», en Conociendo el pasado amescoano, VII, Pamplona: Lamiñarra, pp. 15-102.

Inventario de bienes del palacio de San Martín (1634)

Inventario de bienes del palacio de San Martín (1634)

Vista de San Martín de Améscoa desde su puerto

José Remírez de Baquedano, Señor de los palacios de San Martín de Améscoa Baja, Ecala y Baquedano, murió inesperadamente en 1634, con 48 años. Y no había hecho testamento. 

Pues bien, extraño, pero así fue. Se menciona que murió de un desmayo y la viuda, María López de Arcaya, como era preceptivo, hizo un inventario formal de todos los bienes de su marido ante un escribano de la Real Corte y bajo juramento.

Al margen del protocolo seguido que omito, me centro en los bienes de esta familia, quizá la segunda más acaudalada del valle tras los Álvarez de Eulate, de Eulate, en la época. No tardarían en alcanzar el liderazgo en fortuna.

Sobre sus recursos, cuantitativos y cualitativos, nos presenta un rico retrato el inventario de bienes que se realizó.