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La naturaleza ya era feliz sin nuestra especie

              La naturaleza ya era feliz         sin nuestra especie

Buitres situados en la peña SO de la "herradura" que forma el Balcón de Ubaba, sobre Baquedano (Améscoa Baja). En ella se posan buitres jóvenes para quitar el frío de la noche a primera hora y para posarse tras un vuelo inseguro. Allí buscan y encuentran alimento entre las grietas las chovas.
Personas con hábitos curiosos, como el de la BTT, como el tumbado, como los del perro grande suelto en un espacio ganadero. Fotos de archivo propio.

Leí hace unos días unas declaraciones de Kathy Willis[1] (Londres, 1964). El titular decía: “Cuando desaparezcamos como especie, la naturaleza seguirá. Ya era feliz sin nosotros”.

Y en el transcurso de la entrevista se vertían algunos conceptos muy interesantes:

“Necesitamos la naturaleza. Y ella no nos necesita”.

Esa es la clave. Ella se cuida, se adapta y responde a nuestro maltrato.

Recordé las advertencias de Alfonso Llamas, biólogo y especialista en ornitología, cuando diseñábamos el aparcamiento de Limitaciones que hoy creo recordar se llama “Surgaina”. Nos prevenía de la proximidad al Balcón de Ubaba, sobre el Nacedero del Urederra (Baquedano),  y de la afectación de los visitantes a las aves rupícolas que anidan y residen en la zona en época de puesta y cría.

Me vinieron también a la memoria todas las tropelías que habíamos podido observar Arantza Garate y yo durante las muchas horas dedicadas a seguir, con la mayor discreción posible, el comportamiento de algunas rupícolas residentes en la zona. En especial de buitres y chovas.

Y mientras lo hacíamos, podíamos constatar cómo unos y otros eran desalojados más o menos intencionadamente de sus lugares de parada habitual por grupos de “turistas”, que subían desde el aparcamiento.

Los buitres, en particular los jóvenes, tienen elegidos dos o tres peñas o repisas en las que posarse con pocas dificultades, para sus torpes primeros vuelos. Esto es algo que se repite todos los años en el verano, cuando los buitres de esa añada se entrenan en el vuelo y cuando la afluencia de visitantes es mayor.

Por otra parte, todo el que llega ya lo hace provisto de una cámara o de un móvil y con intención de usarlo. El paisaje que se divisa invita a ello y los comentarios se suceden. Se hacen fotos de paisaje, de buitres si se puede y de personas y de grupos para dar fe de que se ha estado allí.

Y puestos a llegar, se ven cosas peculiares como uno que se asoma allí en BTT  (porque luego va a seguir algún recorrido por la sierra) o que se lleva una guitarra (o dos o tres) o una acordeón (porque luego se va a amenizar una comida, supongo), o se ponen a cantar algo (en recuerdo, o no, de alguien o algo), o se ponen a almorzar sentados al borde y también hacerse unas fotos.

Fotógrafo que cree que los buitres no le ven. Segundos después ya los ha puesto en vuelo.
Troupe recién llegada. Trío almorzando.
Fotos de archivo propio.

Aunque nosotros procurábamos retirarnos cuando se iniciaban los desfiles turísticos, porque disminuían los movimientos de las aves por las que nos interesábamos, hemos recogido algunos testimonios de lo comentado.

Ponen de manifiesto, de una parte y en ciertas personas, de falta de cultura y de respeto en los temas relacionados con la naturaleza.

Y por otro lado, la falta de información al respecto, al ser un Parque Natural y dentro de él, quizá la zona más sensible por la mayor concentración de puestas y crías en la época del año en que mayor flujo de visitantes se produce. Sería oportuno quizá, dar a conocer unas reglas básicas de comportamiento.

En cualquier caso, es imposible respetar al prójimo si no respetamos lo que compartimos con él, la naturaleza.

 



[1] Katherine Willis es bióloga y académica. Profesora de Biodiversidad y vicerrectora de la      Universidad de Oxford.