Los cepos de caza ya son historia antigua en Améscoa

Los cepos de caza ya son historia antigua en Améscoa  

Cepos para jabalí. Foto de archivo propio.

Como el resto de las especies, los seres humanos deben atender como primera servidumbre a sus necesidades alimenticias para sobrevivir. A base de frutos, como recolector, y a base de restos de otras especies, como carroñero, satisface esas necesidades desde sus primeras fases de hominización.

El paso de presa a cazador se inicia no tanto cuando adquiere mayor fuerza o velocidad que otras especies, sino cuando comienza a desarrollar tecnologías que le permiten suplir las diversas desventajas físicas que acumula. Y lo lleva a cabo mediante el desarrollo de técnicas diversas y la creación de ingenios más o menos sofisticados.

Y no hace falta esperar a la llegada de civilizaciones destacadas por su creatividad. Los primeros cazadores de nuestra prehistoria preparaban ya fosas con palos aguzados en el fondo en las que hacer caer a presas de gran tamaño o cazaban equinos, atemorizándolos con fuego y obligándolos a desvargarse por peñeras semejantes a las que coronan nuestros puertos.

Pero todavía en la Prehistoria, empezaron a fabricar trampas con cepos provistos de púas o pinchos, primero de maderas duras, y con materiales metálicos después, que se cerraban sobre patas o cuellos de las presas. Y antes, con lazos hechos de hebras vegetales o de crines animales que ejercían el mismo efecto de sujeción.

 
Grabado de lobo apresado en un anzuelo "matalobos".

    En la Edad Media se utilizaron ganchos similares a anzuelos, que se colgaban de ramas sólidas de los árboles, envueltos en carne de oveja o vaca y situados a cierta altura para que el lobo saltase y tratase de dar un bocado al cebo, con lo que se clavaba las puntas del anzuelo en las fauces y quedaba colgado o muy malherido. Estas trampas no tenían riesgo para las personas ni para el ganado. 

Ya en la Edad Media se hubo de regular el uso de los cepos de "mordida" por el riesgo que suponían para las personas y para el ganado. Las trampas de interés público se ponían principalmente para proteger al ganado y aves de corral de las alimañas, en su mayoría lobos y zorros. Y para proteger las huertas de los jabalíes. En algunos pueblos eran los propios ayuntamientos y concejos quienes los colocaban y los vecinos eran informados de las ubicaciones a fin de evitar daños.

Cepos para captura de aves. Cepo para captura de zorros. Lazo para captura de jabalí. Lazo para captura de liebres. Fotos cedidas por Iván Urra.

Cuando eran puestos por los alimañeros se les acotaban bien las posiciones donde debían colocarlos o se les obligaba a dar a conocer su situación.

Se usaron también para complementar la alimentación con la captura de jabalíes, conejos y liebres, alternando con los de lazo, también ampliamente utilizados. Y de tamaño más reducido para aves varias.

             Cepos para diversas capturas. Expuestos en Baquedano en 2009.                           Foto de archivo propio.

Los cepos metálicos de muelle o de resorte, experimentaron un notable avance a medida que se incrementó el uso de pieles en la vestimenta de lujo durante el siglo XVIII. Se trataba de obtener las piezas con el menor daño posible y de mejorar y aligerar los cepos, cuantitativa y cualitativamente. El comercio de pieles alcanzó grandes cotas de negocio en países como Estados Unidos, Canadá y Rusia.


La ventaja de todos estos elementos es que no requerían otra dedicación que el tiempo empleado en ponerlos y en camuflarlos adecuadamente. Por supuesto era preciso conocer perfectamente el terreno donde se ponían y en algunos casos, colocar el cebo adecuado para que la presa cayese en la trampa. 

Otra ventaja más es que todos estos artilugios eran silenciosos y muy compatibles con la caza furtiva. Además de mucho menos costosos que las armas de fuego, que obligaban a la utilización de cartuchos, también caros.


Mitxarro dormido (Foto cedida por Pili Ruiz de Larramendi). Gancho para cazar mitxarros y trozos de azkor que se empleaban en ello (Foto cedida por Iván Urra).

Hago las anteriores reflexiones, que no son sino las de un profano, tras mostrar una serie de elementos utilizados en nuestra tierra hasta mediado el siglo XX. Y lo he hecho gracias a las imágenes facilitadas por Iván Urra, que algo sabe de caza y de colaborar en este blog. Y a la del mitxarro que no había salido de su hibernación, facilitada por Pili Ruiz de Larramendi.

He añadido algunas del archivo propio y alguna conseguida con ayuda de Gemini. 




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