Consiguió el marquesado y murió al poco. San Martín, 1.695
Fernando, su hijo
segundo, dispone celebrarle su entierro y honras los días 12 y 13 del mes
siguiente, julio. Son convocados los sacerdotes de ambos valles y de Val de
Allín.
Había testado ante
Juan García de Zudaire, Escribano Real. “Deja encargadas que se digan hasta
mil misas y que doce pobres asistan con sendas hachas encendidas a las
funciones. Deja limosnas para las ermitas de la Virgen y de San Bricio, a la
demanda de la Santísima Trinidad, al Hospital General de Pamplona y a la Virgen
de Aranzazu”.
Había obtenido el título, por el que luchó buena parte de su vida ante la oposición de los amescoanos, el 20 de febrero. Le duró poco más de cien días.
Diego
Remírez de Baquedano había nacido en San Martín de Améscoa el 3 de julio 1617 y era hijo de José y María
López de Arcaya. Su hermano Juan, el primogénito, nacido en 1614, pero falleció
joven en la guerra.
Quedó
pues Diego como sucesor de su padre y sirvió en la milicia como capitán de
infantería en 1636, “en la entrada que sus Reales Armas hicieron en Francia,
y se halló en la toma de San Juan de Lux, Ciburu, Urruña, y fuerte de Zocoa”.
Estuvo también, en 1638, en el fuerte de Burguete. Se dice que “asistió en
Burguete por tiempo de cinco meses á la defensa de dicho fuerte”. Y “consta
que el año de mil seiscientos y quarenta
sirvió Don Diego en la misma compañía en las fronteras de Cataluña”.
En 1642 cumplió
Diego Remírez de Baquedano 25 años y había concertado ya la fecha de su
casamiento a final de año. Fallecido su padre y su hermano mayor Juan, quedaba
como sucesor y cabo de linaje de su apellido.
Poco antes de
contraer matrimonio hizo una petición de acostamiento al rey de España, Felipe
IV en este caso, acompañada del protocolario currículo, que el monarca pidió
fuera verificado. En él se describía su ascendencia y sus servicios prestados a
la corona, todos ellos relacionados con la milicia y alegaba que “la dicha casa de
Remírez de Baquedano, aunque es muy noble y muy antigua, pero que es de muy
poca renta”. Volvió a solicitar 150.000 maravedíes, como su abuelo y su
padre y, como a ellos, se le denegó y la concesión quedó en 25.000 maravedíes.
Contrajo matrimonio, en 1642, con María
Álvarez de Eulate y Albizu, hija del Maestre de Campo Juan Álvarez de
Eulate, Caballero de la Orden de Santiago, y de María de Albizu, señores del
Palacio de Eulate.
De este
matrimonio nacieron: Josefa (1644), Juan (1645), Catalina (1646), Diego Matías[1]
(1648), Fernando (1650), Diego Felipe (1659, apadrinado por su hermano Juan) y
Gonzalo Bernabé (1662). En 1665, falleció su esposa María con 48 años de edad,
tras ocho partos, el último, con 45 años.
Tras
esta pérdida, Diego dispuso que su hijo Juan, su varón primogénito, adquiriera
la formación necesaria para hacer carrera política, rompiendo con la tradición
familiar que optaba por la milicia. Diego ya había tenido esa experiencia
participando en la guerra contra Francia y su hermano Juan, había muerto en
ella. Además de los riesgos inherentes a la milicia activa, debió entender que
la vía política, precedida de la formación adecuada, era la conveniente para el
desarrollo de su sucesor. Y todo ello, formación y carrera personal, no podía
llevarse a cabo sino a distancia de su rústico palacio local y de su valle
natal. Y, más concretamente, donde se formaban los jóvenes de familias
influyentes que luego coparían los puestos clave en la política y en la
administración. Y así Juan, ingresó en la Universidad de Oñate y, a
continuación, en la de Valladolid.
Diego permaneció
viudo durante treinta años, veinticinco de ellos pleiteando con sus paisanos y
persiguiendo mercedes reales. Y, entre ellas, las que su padre, José, no pudo
conseguir: poder y signos externos que avalasen ese poder. Logró buena parte
sus objetivos, entre ellos el más codiciado, un título nobiliario, el de
marqués. Pero poco más de tres meses sobrevivió a ese logro.
De los
numerosos litigios mantenidos con sus paisanos hablaré en otra ocasión.
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