Siglos de nublados y pedriscos sobre Améscoa y Urbasa.png%20Nublado%20sobre%20AB+Arr.png)
Aprovecho que hoy nos previenen de una DANA para traer al blog algunos
nublados lo suficientemente notorios para ser recordados siglos después y
tengo la tarea fácil porque me basta con extraer algunos de los sucedidos recopilados para el trabajo de investigación hecho y publicado en 2022. He escogido pues los relacionados con la materia mencionada, los nublados, el pedrisco y las tormentas repentinas en época veraniega:
1403.- Con fecha 10 de junio, se firmó perdón real de impuestos
para Aranarache, Eulate y Larraona, por haber perdido sus cosechas a causa de
la piedra.
1416.- Larraona. Con fecha 17 de agosto, Carlos III concedió exención de
impuestos por dos años, a los habitantes de Larraona, para que no abandonasen
el lugar tras la tempestad de piedra que arruinó sus cosechas.
1590.- "El domingo 15 de julio de 1590, por la mañana, una hora después de
amanecido, cayó piedra en los lugares de Varíndano, Çudayre y Vaquedano y sus
términos de ellos, en tanta cantidad que echó a perder todo el fruto de la
tierra, de tal manera que no se cogió casi nada y no hizo daño en los otros
lugares ni campos de ellos ni en la sierra de Larraiça, y fue granizo con mucha
violencia de vientos y agua".
Al ser en domingo, día de la semana en
que la Iglesia no autorizaba la realización de trabajo alguno, y a las ocho de
la mañana según nuestro horario actual (el sol sale el 15 de julio a las 7
horas y el apunte precisa que una hora después de amanecido), el nublado
entraría muy furtiva y sorpresivamente. No parece que llegasen a ver venir las
nubes, ni que les diera margen para el conjuro y el bandeo de campanas.
El texto anterior encabeza un cuadernillo, sin relación con lo que a continuación se dice en él. No cabe duda de que el nublado que describe debió resultar algo muy llamativo e impulsó su registro documental.
1605.- Eulate. Así decía el artículo 45 de las Ordenanzas de Eulate de 1606: “Otro sí hordenamos que, desde el día de
Santa Cruz de mayo hasta el día de Santa Cruz de Septiembre de cada un año, se
había de hacer hentre nosotros la Vez de tocar las Canpanas por el temporal,
por Renque de Casas so pena de dos Reales de día y quatro Reales de noche y que
cada un vecino en acabando su día haia de hacer saber al otro que le viene el
Renque para el otro día so pena que el que se descuidare en esto pague quatro
Reales”.
Era pues responsabilidad de un vecino cada jornada, en el período de tiempo señalado, observar el cielo, interpretar su aspecto en lo amenazante que pudiera parecer y avisar al resto, mediante el tañido de las campanas, de un posible pedrisco.
Tocar las campanas por el nublado. Ordenanzas Eulate 1605. Foto de archivo propio.
1742.- Baquedano. En ese año se produce la llegada del Visitador del obispado de Pamplona que, para no tener que desplazarse a todas las iglesias parroquiales de Améscoa Baja, reúne a los párrocos en Zudaire y les dicta sus mandatos e instrucciones. Entre ellos incluye el de que : “…en tiempo de nublados o tempestades no se saque el Santísimo Sacramento a la Puerta de la Iglesia”, que da lugar a diferentes redacciones en los Libros de Fábrica. He reproducido uno de los textos anotado y en otro de la misma fecha, se puede leer: "No se saque el SS de su sagrario con el motivo de tempestades y estamos informados se practica así en este valle ..."
El conjuro de nublados y todos sus rituales estaban reglados con
absoluto detalle en la diócesis pamplonesa, de la que dependían las
parroquiales bajoamescoanas. Como también estaba en vigor la prohibición de
sacar el Santísimo fuera del templo, pero el miedo ha sido siempre libre y la
opción de llevarlo al exterior pudo parecer a algunos, párroco incluido, que
resultaba más eficaz para disipar o desviar los nublados.
1921.- Urbasa. El 18 de junio, sábado,
ultimaba José Miguel de Barandiarán su primera exploración de la estación
dolménica de Urbasa. Y cuenta así en su posterior informe: “Después de comer pudimos observar desde el portal como descargaba una
manga de pedrisco en las lomas próximas al puerto de Zudaire, después de lo
cual quedaron éstas blancas, como si hubiera nevado”[1].
Y
continúa su relato: “Pensando que no
volvería a descargar ningún chubasco, salimos de allí con intento de llegar a
Alsasua para las siete de la tarde, hora del tren expreso que nos debía
conducir a Vitoria; más al poco tiempo empezó a caer sobre nosotros una tan
recia tempestad de piedra, con estruendoso aparato de relámpagos y truenos, que
nos hizo pasar media hora mal guarecidos bajo un espino. Después de esto, el
regreso se hizo sin más novedad”[2]
1921.- Urbasa. No había terminado la experiencia tempestuosa de aquella
exploración. Volvió Barandiarán en julio y de la tarde del día 23, también
sábado, hace el siguiente relato: “Al atardecer se dejaron oír muchos truenos, y como las nubes parecían
muy cargadas, tuvimos que abandonar el trabajo; habiendo ocultado las
herramientas debajo de unos matos, tomamos precipitadamente el camino del
Palacio. Los relámpagos y los truenos menudeaban cada vez más; oscurecía por
momentos; no bien hubimos salido del bosque, empezó a soplarnos un viento
huracanado que dificultaba nuestro avance hacia el fondo del gran raso de
Urbasa. Todavía nos quedaba una hora de camino para llegar al Palacio, y en
todo el contorno no se descubría otro albergue. Discurríamos aún por las peladas
lomas de Arratondo, (Abiatondo)
cuando se desencadenó una furiosa tempestad de granizo y lluvia. Los rayos que
caían en los vecinos cerros causaban espanto en todos los ánimos; ¿quién nos
aseguraba que no caerían en nuestras cabezas? Sin embargo, uno de los obreros,
el viejo Lucio seguía impertérrito; llevaba al hombro su gran pico de acero,
desafiando a las inclemencias del cielo: no le estremecían los rayos, sólo
temía el estampido del trueno.
Durante media hora descargó sobre nosotros un fuerte aguacero, y el
lector podrá suponer en qué estado llegaríamos al deseado «Palacio». [3]
El Haya de la Virgen en Arafe (Urbasa). Foto de archivo propio.
1928.- Urbasa. A unos 400 metros al NE del kilómetro 26, en el paraje de Arafe, hay un haya vetusta y frondosa que llaman “el Haya de la Virgen”, ahora incluida en un acotado, pero perfectamente visible y accesible, en la que se ve una especie de hornacina practicada en el tronco, en la que reposa una imagen de la Virgen, así como una mención a Bernardo Garbayo y una fecha: 27/08/1928. Recuerda un episodio ocurrido junto a ella. El tal Bernardo Garbayo pasaba unos días en el Palacio de Urbasa. Su mujer, Julia Osácar, era hermana de María Luisa Osácar, casada con Juan Echavarri, propietario del Palacio. Al parecer, se refugiaron ante una tormenta bajo el haya en cuestión. Poco antes, habían estado bajo otra que acababan de abandonar y sobre la que cayó un rayo.
He oído otra versión en la que se dice que, en la circunstancia descrita, Garbayo estaba solo y no con su mujer.
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