Aranarache 1694: Visita del obispo don Pedro de Lepe

Aranarache 1694: Visita del obispo don Pedro de Lepe.

Recreación de la visita de don Pedro de Lepe a Aranarache en 1694. Reconstrucción hecha con ayuda de Gemini.

Hasta mediados del siglo pasado se decía con frecuencia en relación al conocimiento de una persona:  “Ese sabe más que Lepe”. Expresión que se alargó, en algunos casos, hasta decir: “Sabe más que Lepe, Lepijo y su hijo”.

Pues el tal Lepe, no era de Lepe. Fue obispo de Calahorra y visitó Améscoa Alta, que formaba parte de su diócesis, y su fama de hombre sabio  dio lugar al dicho popular, y algo cuento.

Concretamente, el 10 de octubre de 1694 visitó la iglesia parroquial de Aranarache. Y dejó varias instrucciones para esa parroquial y para las otras dos pertencientes a su diócesis, Eulate y Larraona: “…que en adelante ningún clérigo de orden sacro, ni Beneficiado de esta iglesia entre a las tabernas.” y “…que no asistan a los convites que se hacen en los funerales.”

Precisamente, don Pedro de Lepe fue a Aranarache porque en su iglesia parroquial era abad don Miguel Saenz de Jauregui, que acudirá, cuatro años más tarde, en 1698, en nombre y en representación del Arciprestazgo de Campezu, al Sínodo de Logroño, en el que se redactarán las nuevas Constituciones Sinodales de la Diócesis de Calahorra.  

Pedro de Lepe y Dorantes nació en Sanlúcar de Barrameda el 29 de junio de 1641, hijo del escribano Juan de Lepe y Dorantes, natural de Huelva, y de Juana López de Herrera, natural de Sanlúcar. Fue bautizado el 22 de julio de 1641, recibiendo el nombre de Pedro, por ser el santo del día de su nacimiento.

Estudió con los Jesuitas y con los Agustinos de Sanlúcar. Más tarde, a los 15 años, estudió Teología en Sevilla, alcanzando los grados de licanciado y doctor. Fue ordenado sacerdote en 1666. Fue Canónigo en la catedral de Badajoz por oposición, donde estuvo destinado durante veinte años y alcanzó gran fama como orador y gran notoriedad por sus dotes humanas.

En 1686, por fallecimiento del obispo de Calahorra, Gabriel Esparza Pérez (Pamplona, 1606), fue designado para sucederle. Y tomó posesión de su cargo en diciembre de ese mismo año.

Fachada de la catedral de Calahorra.
Foto de archivo propio.

Dentro de su diócesis quedaban encuadradas Viana y Améscoa Alta, por parte de Navarra. Estaban además las tres provincias vascas, dos de ellas al completo, y La Rioja (que no existía como provincia) y parte de Castilla (con fragmentos de varias de las actuales provincias).

Convocó en 1698 el Sínodo de Logroño y actualizó las Constituciones Sinodales del Obispado de Calahorra y La Calzada, que sustituían a las anteriores de 1600 y 1620.  

Tanto en unas como en otras mostraban cierta sensibilidad en cuanto al uso de la lengua vasca en aquellas zonas donde era lengua común. En 1600, don Pedro Manso deja constancia de ello: “... porque ay en la tierra Vazcongada deste nuestro Obispado diferencia en el Vazquence del Señorio de Vizcaya, Provincia de Guipuzcua, y Alaba: Estatuimos y ordenamos que los señores Obispos, nuestros sucesores, hagan imprimir cada año cartillas de la Doctrina Christiana en Romance, y en Vazquence, segun el uso de las dichas Provincias, para que los curas tengan cartillas en la lengua propria de cada Provincia ...”.

Casi un siglo más tarde, don Pedro de Lepe, en 1698, refrenda la propuesta citada y enfatiza la de que “... en la tierra Vazcongada los Sermones sean en Vazquence ...”

Para añadir: “... Y mandamos, S.S.A. que esta Constitución de predicar en Vazquence, se observe también en los pueblos, en donde casi todos entienden Romance: porque guardada esta forma, todos se aprovechan de la Doctrina ...” y lo argumenta en base a que “... siendo el Predicador, según San Pablo, deudor à todos, debe predicar de modo que á todos aproveche ...”.

Estuvo considerado como una autoridad en su tiempo en la literatura pastoral y catequética. Y se dice de él que entendió la necesidad de la predicación en la lengua vasca propia de cada territorio de su diócesis. 

Volviendo a la biografía de Lepe, murió en Arnedillo, repentinamente, a la edad de 59 años, haciendo visita pastoral, en diciembre de 1700. Se le dio sepultura en la catedral de Calahorra. 


 

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