Un pequeño recordatorio para un gran hombre. 2001
El día
30 de junio de 2001 celebraron en San Martín, como tenían por costumbre, el “Día
de los Mayores”. Era el año siguiente al del fallecimiento de don Luciano y fuimos
invitados a asistir porque inauguraban una placa en su recuerdo y sabían de nuestra
amistad con él.
Hubo
Misa, también tradicional ese día, y cantó a continuación un coro de Estella.
Tras la
salida de la iglesia tuvo lugar el acto de inauguración de la placa. Leyó la presentación
Javi Echávarri y conservo el siguiente texto:
Como venimos haciendo desde hace muchos
años, celebramos hoy el Día de los Mayores. Y lo celebramos porque tenemos una
deuda con ellos. Una parte de lo que hoy somos se lo debemos a ellos, a lo que
ellos han hecho por y para nosotros. Porque lo verdaderamente importante, y eso
reza para cualquier edad, no es el número de años que hemos vivido sino lo que
hemos hecho con ellos.
Con los años, con la vida, podemos hacer
muchas cosas. Unas para nosotros mismos, otras para nuestros familiares,
nuestros amigos, nuestros paisanos, incluso para gentes desconocidas. Podemos
hacer mucho, poco o nada. Podemos hacer bien, regular o mal.
Muy de tarde en tarde, casi excepcionalmente,
nos encontramos con alguien que hace mucho,
bueno y para muchos. En San Martín hemos tenido la fortuna de contar con un
ejemplar, y nunca mejor dicho lo de ejemplar, de estos últimos. De los
fuera de serie. Todos sabemos y sabéis de quién hablo. Efectivamente, de Don
Luciano.
Hemos tenido en Don Luciano a un hombre de
bien. Un hombre de bien que era, y cito las palabras de Balbino el pasado
octubre, tierno, receptivo, acogedor,
respetuoso, tolerante, trabajador infatigable, siempre dispuesto y disponible,
sin un mal gesto.
Hemos tenido también en Don Luciano a un cura,
un párroco, como debe ser. Como debe ser no para él, sino para nosotros, los
parroquianos. Y eso quería decir, que no había "horario de atención al
público", que no ponía el letrero de "vuelva usted mañana", que
en cualquier momento estaba dispuesto para ser requerido. Que podíamos
encontrar indistintamente consejo, consuelo y comprensión. Cura de pueblo no, cura para su pueblo sí.
Y, por último, hemos tenido un estudioso
destacado. Un estudioso de lo nuestro. De nuestras tradiciones, de nuestra
historia, de nuestra cultura. Y en eso trabajó mucho y bien, y de ello nos
hemos beneficiado nosotros y el resto de los amescoanos, porque con su ayuda
nos hemos descubierto a nosotros mismos.
Pues al bueno de Don Luciano le dió tiempo
para destacar como persona, como cura y
como estudioso. Le dió tiempo de hacer mucho,
bueno y para muchos, y nosotros hemos tenido la suerte, el privilegio y el
orgullo de haber convivido con él. Porque
Don Luciano vino al mundo aquí, trabajó aquí y se nos fue desde aquí. Por
eso lo sentimos como nuestro. Y para que al paso de los años, quienes vivan
aquí, en San Martín, y también el resto de los amescoanos, sepan que tuvieron
un paisano de esa talla, sepan que tienen una deuda pendiente con él aunque no
lo hayan conocido, vamos a dejarlo escrito en la piedra. Y con esa intención
hemos puesto esta placa que dice:
AQUÍ ENTREGÓ
DON LUCIANO,
SU VIDA A SU
PUEBLO
Y SU ALMA A DIOS.
TU PUEBLO
AGRADECIDO
1910-2000
A
continuación, Víctor Olazarán descubrió la placa y dí las gracias en nombre de
la familia Lapuente, “recado” que me pasó la víspera Lourdes Lapuente con la
excusa de que a ella le acababan de operar de cataratas y de que su hermana
Primi no se encontraba muy bien. Improvisé unas palabras y acto seguido, el
coro local interpretó unas cuantas coplicas, de propia creación, describiendo y ensalzando
la vida y actividad de don Luciano.
Y
después, como también es tradición, se celebró una comida en el frontón
cubierto de la localidad.
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