Nuestra orquídea, una flor con doble nombre machista

Nuestra orquídea, una flor con doble nombre  machista

Orquídea silvestre (Orchis mascula)

  

No deja de ser una anécdota, pero eso puede decirse de la flor quizá más hermosa que crece en nuestros pastos de altura.

La orquídea silvestre, concretamente denominada Orchis mascula. Y esas son las dos denominaciones que yo, a título, de anécdota, califico de “machistas” haciendo broma de ello y con todo respeto para Teofrasto y Linneo.

Y lo explico. Para ello debo hablar de Teofrasto, filósofo y sobre todo, extraordinario naturalista y botánico. Vivió en Grecia (-371 a.C.-287 a.C.) y fue considerado el padre de la botánica. Fue autor de dos tratados al respecto, Historia de las plantas y Sobre las causas de las plantas, que constituyeron el punto de partida de la botánica hasta el Renacimiento.

No me extiendo más. Teofrasto estudió la orquídea, entre otras plantas, y le dio nombre. Vio el sabio que el bulbo de la orquídea estaba formado por dos tubérculos redondeados similares a los testículos de los varones  y la denominó “orchis”, vocablo griego que tiene ese significado. Como sinónimo da la RAE “cojones”, aunque lo sitúa entre los calificados como malsonantes y, sin embargo, frecuentes en el lenguaje llano. 

Tubérculo de orquídea (1)

 

Y otro gran naturalista y botánico, sueco este, Carlos Linneo (1707-1778), casi 2.000 años después, le concretó el “apellido” a la especie que “mayea” en nuestra primavera.

Le añadió mascula, vocablo latino que significa masculino, macho. Y lo hizo porque entendió que las florescencias individuales de la orquídea, contempladas de cerca, se asemejaban a la figura de un hombre. Quizá por la vestimenta usada por los varones de la clase social a la que pertenecía Linneo a mediado el siglo XVIII, hace casi 300 años, pudiera obtenerse esa conclusión. Sea como fuere. Esa fue su decisión y quedó así la denominación completa de la orquídea más habitual en nuestra primavera como Orchis mascula.

 

Detalle de flor individual

 

Desescalado realizado desde la foto a tamaño normal hasta el descubrimiento de los “hombricos” vistos por Linneo.

 

Explicada la anécdota que provoca el título, nos quedamos con una planta, la Orchis mascula, la orquídea que florece en nuestra sierra a principios de mayo, a veces se adelanta a finales de abril, y se mantiene vistosa y bella hasta junio.

El tallo se alarga de 8 a 15 cm sobre el suelo y las hojas surgen del suelo con forma elipsoidal y color verde. Sobre el tallo se ofrece una densa floración con muchas y pequeñas unidades florales, típicas de esta familia de plantas.

Se encuentra en zonas abiertas herbosas, con luz solar directa o casi y puede observarse en toda la Europa Mediterránea.

La forma compleja y reducida de sus flores, que ahorma una especie de nicho o cápsula, favorece el roce de los insectos que la visitan y el transporte del polen adherido, lo que facilita su reproducción. 

Orquídeas cerca del puerto de San Lorenzo (Aranarache)

 

Por otro lado, los tubérculos de la planta están y permanecen bajo tierra. Y se conservan vivos varios años aunque la parte visible de la planta se agoste y se renueve anualmente.

Decir finalmente, que forma parte de la familia de las orquídeas, con veinte a treinta mil especies en el mundo. Y algunas de ellas, especialmente nacidas en países tropicales, por su rareza y belleza, alcanzan precios astronómicos y son objeto de robos y existe un mercado y tráfico ilegal. También existen reservas orquideológicas para proteger algunas especies.

Por su belleza, las orquídeas silvestres han sido objeto de cultivo y posterior comercialización. De ahí que, con frecuencia el conocimiento de muchas personas con relación a la orquídea proceda más de una floristería que de su observación en la naturaleza. 

Y esas orquídeas que vemos hoy en las floristerías, también hermosas, no son sino las herederas, domesticadas, de las orquídeas silvestres.

 

 Y para cerrar el apunte, otra anécdota curiosa.

Las ciudades y yo he nacido y habito ahora en una de ellas, Donostia/San Sebastián, y sin salir de ella por mis averías, fueron antes campo abierto como es obvio. Y plantas y flores tan extendidas como las orquídeas nacían en el lugar que hoy ocupan las edificios y calles.

En la actualidad, grupos de personas interesadas en el conocimiento de la naturaleza en su territorio, aunque sea urbano, tratan de encontrar plantas que resisten el poco propicio ambiente de las urbes.

Pues bien, un colectivo ciudadano, “Ophrys Taldea”, dedicado a estas búsquedas por parques y jardines de la ciudad, anunciaba la localización de “Tres nuevas especies de orquídeas silvestres”. Una de ellas la “Orchis mascula”, objeto de este apunte.

 



Esa era la cara de la noticia. La cruz era que había vecinos que pateaban las flores y los pequeños carteles y protecciones que habían colocado junto a ellas para conocimiento y cuidado de estos ejemplares. Que en una ciudad se consideran excepcionales y un deleite para la observación y la cultura de sus habitantes. 

Esto ocurría este mismo mes de mayo y demuestra que personas carentes de educación y respeto las hay en todas partes y que su nivel cultural no depende del nivel de renta. No eran emigrantes los que pateaban flores y letreros.

 

Y dejo una doble recomendación final: 

La de darse el gusto de observarlas y tenerlas en cuenta como parte de nuestro entorno natural desde hace milenios. 

Grupo de orquídeas junto al puerto de Gonea, sobre Eulate

 

Y la de no cortar ni recolectar las orquídeas silvestres, sino dejarlas que continúen su ciclo de vida anual y nos vuelvan a gratificar con su presencia el año próximo. Son pequeñas de tamaño y donde más lucen es en donde nacen, crecen, mueren y renacen.

 

 

 

 

 

.- Fotografía del tubérculo: Imagen de archivo de Wikimedia Commons. Procede la imagen de Nordic Flora (1917-1926), Autor Carl Axel Magnus Lindman (1856-1928).

.- Fotografía fragmento de noticia. Diario Vasco de San Sebastián, Edición del sábado, 03,05,2025, Página 15, Noticia de Aingeru Munguía.

.- Resto de fotografías: Archivo propio.


 

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