Un pequeño recordatorio para un gran hombre. 2001

Un pequeño recordatorio para un gran hombre. 2001


A la memoria de Luciano Lapuente

Placa dedicada por el pueblo de San Martín a Luciano Lapuente,"Don Luciano"


El día 30 de junio de 2001 celebraron en San Martín, como tenían por costumbre, el “Día de los Mayores”. Era el año siguiente al del fallecimiento de don Luciano y fuimos invitados a asistir porque inauguraban una placa en su recuerdo y sabían de nuestra amistad con él.

Hubo Misa, también tradicional ese día, y cantó a continuación un coro de Estella.

Tras la salida de la iglesia tuvo lugar el acto de inauguración de la placa. Leyó la presentación Javi Echávarri y conservo el siguiente texto:

 

  Como venimos haciendo desde hace muchos años, celebramos hoy el Día de los Mayores. Y lo celebramos porque tenemos una deuda con ellos. Una parte de lo que hoy somos se lo debemos a ellos, a lo que ellos han hecho por y para nosotros. Porque lo verdaderamente importante, y eso reza para cualquier edad, no es el número de años que hemos vivido sino lo que hemos hecho con ellos. 

 

  Con los años, con la vida, podemos hacer muchas cosas. Unas para nosotros mismos, otras para nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros paisanos, incluso para gentes desconocidas. Podemos hacer mucho, poco o nada. Podemos hacer bien, regular o mal.

 

  Muy de tarde en tarde, casi excepcionalmente, nos encontramos con alguien que hace mucho, bueno y para muchos. En San Martín hemos tenido la fortuna de contar con un ejemplar, y nunca mejor dicho lo de ejemplar, de estos últimos. De los fuera de serie. Todos sabemos y sabéis de quién hablo. Efectivamente, de Don Luciano.

 

  Hemos tenido en Don Luciano a un hombre de bien. Un hombre de bien que era, y cito las palabras de Balbino el pasado octubre, tierno, receptivo, acogedor, respetuoso, tolerante, trabajador infatigable, siempre dispuesto y disponible, sin un mal gesto.

 

  Hemos tenido también en Don Luciano a un cura, un párroco, como debe ser. Como debe ser no para él, sino para nosotros, los parroquianos. Y eso quería decir, que no había "horario de atención al público", que no ponía el letrero de "vuelva usted mañana", que en cualquier momento estaba dispuesto para ser requerido. Que podíamos encontrar indistintamente consejo, consuelo y comprensión. Cura de pueblo no, cura para su pueblo sí.

 

  Y, por último, hemos tenido un estudioso destacado. Un estudioso de lo nuestro. De nuestras tradiciones, de nuestra historia, de nuestra cultura. Y en eso trabajó mucho y bien, y de ello nos hemos beneficiado nosotros y el resto de los amescoanos, porque con su ayuda nos hemos descubierto a nosotros mismos. 

 

  Pues al bueno de Don Luciano le dió tiempo para destacar como persona, como cura y como estudioso. Le dió tiempo de hacer mucho, bueno y para muchos, y nosotros hemos tenido la suerte, el privilegio y el orgullo de haber convivido con él. Porque Don Luciano vino al mundo aquí, trabajó aquí y se nos fue desde aquí. Por eso lo sentimos como nuestro. Y para que al paso de los años, quienes vivan aquí, en San Martín, y también el resto de los amescoanos, sepan que tuvieron un paisano de esa talla, sepan que tienen una deuda pendiente con él aunque no lo hayan conocido, vamos a dejarlo escrito en la piedra. Y con esa intención hemos puesto esta placa que dice:   

 

AQUÍ ENTREGÓ

DON LUCIANO,

SU VIDA A SU PUEBLO

Y SU ALMA A DIOS.

TU PUEBLO

AGRADECIDO

1910-2000

 

A continuación, Víctor Olazarán descubrió la placa y dí las gracias en nombre de la familia Lapuente, “recado” que me pasó la víspera Lourdes Lapuente con la excusa de que a ella le acababan de operar de cataratas y de que su hermana Primi no se encontraba muy bien. Improvisé unas palabras y acto seguido, el coro local interpretó unas cuantas coplicas, de propia creación, describiendo y ensalzando la vida y actividad de don Luciano.

Y después, como también es tradición, se celebró una comida en el frontón cubierto de la localidad.

 




 

Réquiem por el hacha de talar

 Réquiem por el hacha de talar


El hacha, tal como la conocemos hoy es una herramienta con una cabeza metálica afilada, fijada a un mango de madera, que se emplea para cortar madera mediante golpes sobre la misma.

El hacha de talar es una variante de cabeza más pesada, mango más largo y empuñadura más ergonómica para una labor más dura, repetitiva y que requiere más precisión. El propósito es la tala de árboles.

Pequeña hacha de mano primitiva de nuestra prehistoria

    Pero la historia de estas herramientas nace a la vez que la historia del ser humano, que precisa hacerse con elementos de madera y comienza a emplear el brazo como mango y una piedra a la que ha provisto de un filo rústico, como cabeza cortadora. Estas son las llamadas hachas de mano prehistóricas que, me repito, nacen, con el hombre.

Es una de las herramientas que está en las primeras páginas de la historia de la humanidad. El mango, el brazo humano y la cabeza percutora/cortadora, una piedra con un afilado basto. Y una finalidad: obtener trozos de madera: astillas, palos, ramas, etc…

Y se va mejorando el material de la cabeza cortadora pero la piedra tiene un límite y exige un gran esfuerzo físico para la tala.

La utilización del metal, concretamente el bronce fue el primero en emplearse, y comenzó la tala de árboles. Y con ello, mejoraron las construcciones en general y la madera empezó a formar parte importante de ellas.

Del bronce se pasó al hierro y se fueron mejorando las formas y pesos de las cabezas, mejorándose los filos, alargándose los mangos y alcanzando las empuñaduras formas más ergonómicas.

La técnica de tala no varió durante siglos. Se realizaba primero el "corte de dirección", hacia donde se quiere que caiga el árbol. Y después, en el lado opuesto, al "corte de dirección", se va haciendo el corte de tala. 

Taladores medievales talando un haya. Fotografía creada con la ayuda de Gemini


Pienso que el hacha de talar, que todavía sigue usándose en tala de árboles en casos específicos (Canadá, Estados Unidos, Rusia) roza la perfección ergonómica, pero ese ya no es tema de este apunte.

En cualquier caso, sus datos básicos son:

Longitud del mango: 80 cm.

Peso: 2000 a 3000 gr.

Cabeza: Acero al carbono forjado a mano

 

Dejo a un lado las aizkoras de las competiciones deportivas.

Y las hachas que a lo largo de la historia se han utilizado como armas de guerra o de combate, como herramienta de ejecución, como elemento ritual o ceremonial.

Y las hachas de mango corto que siguen usándose para hacer leña, para desramado en trabajos forestales. Y, por otro lado, las que se utilizan en mataderos, en carnicerías y en cocinas. 

Leña hecha con hacha en el Monte Limitaciones

En nuestro bosques, el primer golpe al hacha se lo da la "truenza", que la deja reducida a hacer el “pique”, el corte inicial que se realiza en el tronco del árbol para marcar el sentido de la caída que va a tener el árbol.


Hacha de talar de mango largo usada en Améscoa hasta el siglo XX. Fotografía cedida por José Julián Usarbarrena.


Fotografía de truenza cedida por Patxi Ruiz de Larramendi



Cuñas y martillo para su colocación. Fotografía cedida por José Julián Usarbarrena



El trabajo que se hacía en el lado opuesto y que en tiempo pasado se hacía también con el hacha, se empezó a hacer con la truenza. Y para que no se cerrase el corte realizado y poder ir direccionando adecuadamente la caída, se colocaban las cuñas a golpes de martillo.  

Y viene luego la motosierra y le da el golpe de gracia.

 

Empezaré por describir la trayectoria, corta, de la motosierra.

El caso es que ya en 1830, un médico alemán, Bernard Heine (1800-1846), había inventado una pequeña motosierra manual, el osteótomo, para aplicaciones quirúrgicas. Con ella se cortaban huesos de diferentes partes del cuerpo, sin tener que someterlos a impactos y movimientos bruscos. Se aplicó en obstectricia y en craneotomías con gran éxito.

En cuanto a su aplicación forestal, es ya en la segunda mitad del siglo XIX cuando son numerosos los intentos en Estados Unidos, el país de mayor producción maderera de la época, por motorizar sierras que permitieran una cierta automatización en la tala de árboles.

A partir de 1920 empiezan a aproximarse al objetivo trazado, aunque todos los modelos desarrollados eran extremadamente voluminosos, pesados y requerían el trabajo de dos operarios.

Las empresas europeas entran también en la carrera por el desarrollo de las motosierras y es tras el fin de la II Guerra Mundial cuando las unidades de tala empiezan a aligerarse. Aunque las primeras en llegar al mercado pesan 20 Kg. En 1959 irrumpe en el mercado una motosierra alemana de 12 Kg.

Talando un haya en el hayedo. Fotografía creada con la ayuda de Gemini


Y que a lo largo de los años siguientes aún se harán más livianas, hasta llegar a los 6 Kg. de peso.


Haya grande talada con motosierra. Foto propia obtenida en Lezamen, no lejos de Askartxu.






Los tres Mayos amescoanos se han alzado

Los tres Mayos amescoanos se han alzado

Mayos de Larraona, San Martín y Zudaire.
Abajo: Mayo de los txikis en Zudaire.

Decía Tagore que Los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha. Esta es una reflexión que puse en diciembre del pasado año y siempre que la recuerdo, me vienen a la mente los Mayos.

Con ellos los seres humanos intentaban hacer lo mismo para que un árbol sacado de su lugar de nacimiento y alzado en un espacio público, pidiera a los cielos que tratasen bien sus cosechas en los meses que llegaban.

Este no es un blog de noticias, pero se hace eco de esta práctica ancestral de alzar el Mayo, que muy probablemente se vivió durante siglos en todos y cada uno de los pueblos amescoanos.

No sabemos nada de su antigüedad y de su origen, pero sí de su práctica, de que tuvo raíces paganas porque no hay mención alguna en los Libros Parroquiales. Y, por otro lado, sí sabemos que se practicaba porque se anotabann algunas multas a vecinos por no acudir a los trabajos del Mayo en los Libros de Cuentas Concejiles.

Levanto pues acta de que este ritual ha sido renovado en Larraona, San Martín y Zudaire en el presente año. Y lo ha sido sin pasar por agua pese a la fama de mes “meón” que tiene mayo.

Solo queda esperar que el cielo atienda y escuche los deseos de la tierra con la mediación de los Mayos.  


Agradecimientos:

Por la cesión de fotografías a: Jesús Murguialday (Larraona), Víctor Olazaran (San Martín) e Iñaki Balerdi (Zudaire)






Nuestra orquídea, una flor con doble nombre machista

Nuestra orquídea, una flor con doble nombre  machista

Orquídea silvestre (Orchis mascula)

  

No deja de ser una anécdota, pero eso puede decirse de la flor quizá más hermosa que crece en nuestros pastos de altura.

La orquídea silvestre, concretamente denominada Orchis mascula. Y esas son las dos denominaciones que yo, a título, de anécdota, califico de “machistas” haciendo broma de ello y con todo respeto para Teofrasto y Linneo.

Y lo explico. Para ello debo hablar de Teofrasto, filósofo y sobre todo, extraordinario naturalista y botánico. Vivió en Grecia (-371 a.C.-287 a.C.) y fue considerado el padre de la botánica. Fue autor de dos tratados al respecto, Historia de las plantas y Sobre las causas de las plantas, que constituyeron el punto de partida de la botánica hasta el Renacimiento.

No me extiendo más. Teofrasto estudió la orquídea, entre otras plantas, y le dio nombre. Vio el sabio que el bulbo de la orquídea estaba formado por dos tubérculos redondeados similares a los testículos de los varones  y la denominó “orchis”, vocablo griego que tiene ese significado. Como sinónimo da la RAE “cojones”, aunque lo sitúa entre los calificados como malsonantes y, sin embargo, frecuentes en el lenguaje llano. 

Tubérculo de orquídea (1)

 

Y otro gran naturalista y botánico, sueco este, Carlos Linneo (1707-1778), casi 2.000 años después, le concretó el “apellido” a la especie que “mayea” en nuestra primavera.

Le añadió mascula, vocablo latino que significa masculino, macho. Y lo hizo porque entendió que las florescencias individuales de la orquídea, contempladas de cerca, se asemejaban a la figura de un hombre. Quizá por la vestimenta usada por los varones de la clase social a la que pertenecía Linneo a mediado el siglo XVIII, hace casi 300 años, pudiera obtenerse esa conclusión. Sea como fuere. Esa fue su decisión y quedó así la denominación completa de la orquídea más habitual en nuestra primavera como Orchis mascula.

 

Detalle de flor individual

 

Desescalado realizado desde la foto a tamaño normal hasta el descubrimiento de los “hombricos” vistos por Linneo.

 

Explicada la anécdota que provoca el título, nos quedamos con una planta, la Orchis mascula, la orquídea que florece en nuestra sierra a principios de mayo, a veces se adelanta a finales de abril, y se mantiene vistosa y bella hasta junio.

El tallo se alarga de 8 a 15 cm sobre el suelo y las hojas surgen del suelo con forma elipsoidal y color verde. Sobre el tallo se ofrece una densa floración con muchas y pequeñas unidades florales, típicas de esta familia de plantas.

Se encuentra en zonas abiertas herbosas, con luz solar directa o casi y puede observarse en toda la Europa Mediterránea.

La forma compleja y reducida de sus flores, que ahorma una especie de nicho o cápsula, favorece el roce de los insectos que la visitan y el transporte del polen adherido, lo que facilita su reproducción. 

Orquídeas cerca del puerto de San Lorenzo (Aranarache)

 

Por otro lado, los tubérculos de la planta están y permanecen bajo tierra. Y se conservan vivos varios años aunque la parte visible de la planta se agoste y se renueve anualmente.

Decir finalmente, que forma parte de la familia de las orquídeas, con veinte a treinta mil especies en el mundo. Y algunas de ellas, especialmente nacidas en países tropicales, por su rareza y belleza, alcanzan precios astronómicos y son objeto de robos y existe un mercado y tráfico ilegal. También existen reservas orquideológicas para proteger algunas especies.

Por su belleza, las orquídeas silvestres han sido objeto de cultivo y posterior comercialización. De ahí que, con frecuencia el conocimiento de muchas personas con relación a la orquídea proceda más de una floristería que de su observación en la naturaleza. 

Y esas orquídeas que vemos hoy en las floristerías, también hermosas, no son sino las herederas, domesticadas, de las orquídeas silvestres.

 

 Y para cerrar el apunte, otra anécdota curiosa.

Las ciudades y yo he nacido y habito ahora en una de ellas, Donostia/San Sebastián, y sin salir de ella por mis averías, fueron antes campo abierto como es obvio. Y plantas y flores tan extendidas como las orquídeas nacían en el lugar que hoy ocupan las edificios y calles.

En la actualidad, grupos de personas interesadas en el conocimiento de la naturaleza en su territorio, aunque sea urbano, tratan de encontrar plantas que resisten el poco propicio ambiente de las urbes.

Pues bien, un colectivo ciudadano, “Ophrys Taldea”, dedicado a estas búsquedas por parques y jardines de la ciudad, anunciaba la localización de “Tres nuevas especies de orquídeas silvestres”. Una de ellas la “Orchis mascula”, objeto de este apunte.

 



Esa era la cara de la noticia. La cruz era que había vecinos que pateaban las flores y los pequeños carteles y protecciones que habían colocado junto a ellas para conocimiento y cuidado de estos ejemplares. Que en una ciudad se consideran excepcionales y un deleite para la observación y la cultura de sus habitantes. 

Esto ocurría este mismo mes de mayo y demuestra que personas carentes de educación y respeto las hay en todas partes y que su nivel cultural no depende del nivel de renta. No eran emigrantes los que pateaban flores y letreros.

 

Y dejo una doble recomendación final: 

La de darse el gusto de observarlas y tenerlas en cuenta como parte de nuestro entorno natural desde hace milenios. 

Grupo de orquídeas junto al puerto de Gonea, sobre Eulate

 

Y la de no cortar ni recolectar las orquídeas silvestres, sino dejarlas que continúen su ciclo de vida anual y nos vuelvan a gratificar con su presencia el año próximo. Son pequeñas de tamaño y donde más lucen es en donde nacen, crecen, mueren y renacen.

 

 

 

 

 

.- Fotografía del tubérculo: Imagen de archivo de Wikimedia Commons. Procede la imagen de Nordic Flora (1917-1926), Autor Carl Axel Magnus Lindman (1856-1928).

.- Fotografía fragmento de noticia. Diario Vasco de San Sebastián, Edición del sábado, 03,05,2025, Página 15, Noticia de Aingeru Munguía.

.- Resto de fotografías: Archivo propio.


 

Subida de las ovejas "vacías"

Subida de las ovejas "vacías"

Subida de las ovejas "vacías" a la Sierra

La ganadería de ovino es hoy la que se sostiene con fuerza y marca el paso en el valle. Desde que los rebaños empezaron a ser numerosos y, sobre todo, desde que dejaron de ir a invernar a zonas de pastos más cálidos, se han creado hábitos y rituales nuevos.

Los rebaños han ido creciendo y se han construido instalaciones nuevas donde acoger al ganado en los meses más crudos, durante los partos, primera fase de la crianza y en el ordeño. Pero todo se queda pequeño, como el espacio, o corto, como el pienso. Y se imponen las medidas.

Y una que se ha convertido ya en tradición es subir las ovejas “vacías”.

1. Inicio de la subida, puerto de Itsasia/Koparazio
2. Obstáculo a salvar. Un bloque de roca desprendido.
3. Pasado el portillo metálico del boquete del puerto.
4. Rebasado el paraje de las Marisistelas  

Y para no explicar yo lo que me cuentan y decir alguna tontada, le cedo la palabra a Patxi Ruiz de Larramendi, ahijado y amigo que, con su hermana Monika, amiga igualmente, llevan un magnífico rebaño. Así lo cuenta Patxi: 

“Vacías” son las ovejas que en la campaña de partos y posterior ordeño, no han sido productivas:

1.- Por no haberse quedado preñadas de forma natural, durante la época de apareamiento por el motivo que fuere, por ejemplo, debiles, edad avanzada, desgaste de la campaña anterior, infértiles, etc.

2.- Por el manejo del Past@r, que decide que las corderas de un año de edad no las quiere preñar, para darles más tiempo a fin de que se desarrollen más y no desgastarlas desde el primer año de vida pariendo (no todos los Pastor@s lo hacen, esto es a gusto de cada cual).

3.- Ovejas que han parido pero no han producido leche o bien han abortado y lo han hecho tan pronto que tampoco han producido leche.

4.- Ovejas que en muy poco tiempo después de empezar a ordeñarlas han dejado de dar leche.

Por tanto y resumiendo, las “vacías” se llaman a todas las ovejas que no van a darle productividad esa campaña al past@r, por tanto, en cuanto pasa el Invierno y ya parece que las primeras hierbas empiezan a salir en la Sierra, se suben, para aliviar el trabajo del pastor, ahorrar en comida, disponer de más sitio en la cuadra, etc.

Las vacías se suben más o menos pasado el Invierno, a criterio de cada pastor.

Como esas ovejas no están produciendo, con la hierba de la Sierra y viniendo la primavera, es más que suficiente para ellas y van a estar muy bien.

Permanecen todo el tiempo al aire libre, día y noche a no ser que pegue alguna nevada de primavera y haya que meterlas al corral y darles un suplemento de hierba o paja.

Una vez que ya se asienta la primavera y ya se decide subir todo el ganado que esta produciendo en el pueblo , estas se juntarán con las “vacias” que ya estaban en la Sierra y se formara un solo rebaño, todo mezclado.

Después de terminar la campaña de ordeño y antes de echar los carneros para preñarlas, de esas “vacías” que el Past@r ya sabe su historia, dependerá si la quita para el matadero o la deja para otra campaña. Desde luego las corderas de 1 año aunque hayan estado con las Vacías, las dejará todas.

Las "vacías" ya han llegado a las Majadas de Eulate




Fotografías cedidas por Monika Ruiz de Larramendi Mujika
Texto de Patxi Ruiz de Larramendi Mujika



La fachada viajera del palacio de Eulate

La fachada que fue de Eulate a Pamplona en 1959


Fachada del Palacio de los Álvarez de Eulate. 
En Eulate, antes de 1959 y en Pamplona, después de esa fecha.


En 1959 la fachada del palacio de los Álvarez de Eulate, situado en Eulate, se desmontó piedra a piedra y viajó a Pamplona, donde fue reconstruida en los jardines del Museo de Navarra. 


Vista de la fachada de Palacio en el Museo de Navarra 


Era propiedad de Manuel Álvarez de Eulate Orovio, III Marqués de Orovio, que hizo la donación. 


Vista del Palacio de Eulate desde el Puerto de Gonea (otoño, 2005)

 

Al Palacio de Eulate lo describe así L.Lapuente tal como estaba al comenzar la segunda mitad del siglo XX:  

En el paraje de Zaldiburu del pueblo de Eulate se conserva un montón de ruinas, avergonzadamente escondidas en un revoltijo de arbustos, yedras y maleza. Son el residuo nostálgico de la que fue casa troncal de los Alvarez de Eulate y Palacio de Cabo de Armería. De entre los escombros solamente aparece a la vista la pared de la fachada meridional, que nos puede dar una idea de lo que fue el Palacio (Foto núm. 17). Es una recia pared estructurada con sillarejos de piedra, en la que se abren varias ventanas rectangulares de regular tamaño y en sus ángulos «dos torriones que denotan antigüedad y magnificencia*. Fue casa residencial en la que no aparece ningún elemento de carácter militar ni defensivo a pesar de sus estructuras cúbicas en los ángulos, que le dan cierto aspecto bélico; pero que sólo debieron pretender dar al edificio un aire señorial y cierto sabor de castillo medieval. La puerta de entrada se abría a poniente. Era una puerta austera, con sillares bien labrados y dovelas que estructuraban un arco de medio punto en cuya dovela central iba grabado, con la primitiva sencillez, el blasón de los «Eulate». 

Y por su parte, del Catálogo Monumental de Navarra. II*, Merindad de Estella, Abaigar- Eulate / por María Concepción García Gainza, directora, María Carmen Heredia Moreno. 1982. pp. 616. Extraemos la siguiente descripción: 

En la parte alta del pueblo se enclava el antiguo palacio de cabo de armería de los Alvarez de Eulate en estado ruinoso y cubierto totalmente por la hiedra. Sin embargo todavía se aprecian los restos de dos torreones cilíndricos en uno de los cuales se abre una ventana adintelada con la característica molduración  del siglo XVI. El antiguo blasón que figuraraba sobre la fachada del palacio con las armas de los Eulate se conserva en el Museo de Navarra y «tiene celada, dos lobos en campo azul y unas aspas doradas en campo colorado».

Ambas arrojan muy poca luz sobre la fachada y sobre el blasón. Lapuente no había llegado a ver la fachada la primera vez que escribió sobre ella y la del CMN no es muy explícita.

 

Realmente los amescoanos de los tres linajes destacados (los Baquedano de Baquedano y Gollano, los Baquedano de Ecala y San Martín y los Eulate de Eulate) ya habían optado, tras la conquista de Navarra, por tener como objetivo el logro de una titulación nobiliaria y para ello, el bagaje mínimo era un palacio/castillo de cabo de armería.

Los Álvarez de Eulate lo tenían reconocido y habían hecho armas y servicios a los reyes, pero no acumulaban méritos suficientes.

Y optaron por algo más asequible. Ser admitidos como miembros de una orden religioso-militar y tomaron como objetivo la de Santiago, que no era una mala opción. Había otra tres, Alcántara, Calatrava y Montilla. 

Y lo consiguieron a mediados del siglo XVII y escalaron así su primer peldaño. De esta forma, pudieron añadir a su escudo familiar la cruz de Santiago.

    Escudo de los Álvarez de Eulate tras la admisión en la Orden de Santiago. En él puede verse la Cruz de Santiago que parece atravesar los los lobos en el escudo, incluida a la derecha, para mejor comprensión.


Encargaron para ello un gran y abigarrado blasón que colocaron más arriba del pequeño escudo primitivo de su apellido que puede verse en la imagen. Es el único escudo pétreo de los Álvarez de Eulate que lleva esa cruz.  


Vista de los dos escudos, barroco y primitivo, de la fachada




 AGRADECIMIENTOS: A Luis Millán San Emeterio, del grupo Hilharriak, por las imágenes cedidas de la fachada del Palacio en Pamplona. A Ildefonso y José Julián García de Eulate, por la foto de la década de los cincuenta de la portada del Palacio en Eulate, en que están ambos. 

                






 

Ignorar nuestro pasado es crecer sin dejar de ser niños

Ignorar nuestro pasado es crecer sin dejar de ser niños



    No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.

            Cicerón (106 AC-43 AC) 

                                                                 Gu baino lehen zer gertatu den ez jakitea etengabe umeak izatea bezala da.





Gran epidemia de ratones en Améscoa, 1768

Gran epidemia de ratones en Améscoa, 1768



La primavera de 1768 se presentó en Améscoa con una plaga de ratones, ya en activo, que causó preocupación por el grano almacenado y por el posible daño en las venideras cosechas.

Don Joseph Ignacio García de Eulate, Rector de la parroquial de Gollano, pasó aviso al Abad de San Gregorio Ostiense, para que acudiese en ayuda y remedio de la “grande epidemia”, como la nombra en sus apuntes.

Acudió el Abad de San Gregorio, que además era Abad de Mirafuentes, con la Cabeza de San Gregorio, y dice el Libro de Difuntos de Gollano que: ”le sobrevino un accidente luego que llegó a la iglesia de este lugar con las reliquias de San Gregorio, que las traía en rogativa por la gran epidemia de ratones”.

Y añade después: “Y fue su muerte repentina, que no duró 26 horas, pero recibió los Santos Sacramentos con todo conocimiento y dispuso fuese su cuerpo trasladado a la dicha parroquial de Mirafuentes y que se le diese tierra en la sepultura del Palacio de dicho lugar por ser de sus padres”.

El Abad de San Gregorio y Mirafuentes había sido bautizado, en 1721, como José Antonio Juan Ramón Romualdo de Acedo y Mirafuentes, hijo de Diego Francisco de Acedo y Mirafuentes, Señor del Palacio de Mirafuentes  y Ana María Ximénez de Tejada y Mirafuentes.

El palacio estaba regido por su hermano Diego, a quien legó todos sus bienes.


Reliquia de la Cabeza de San Gregorio, Iglesia de San Bartolomé de Gollano, Iglesia de San Román de Mirafuentes y bloque restaurado del antiguo palacio de Mirafuentes,


El porqué de las plagas de ratones en Améscoa.

El valle está situado al pie de un hayedo denso que se asoma hasta la misma peñera.

El haya es un árbol “vecero”, que da fruto cada 4,5,6,7 años, o más. No hay una periodicidad regular ni previsible. Cuando da buena cosecha de hayuco, “pasto”, muchas especies se benefician, grandes y pequeñas.

Ratón de campo con restos de hayucos a su alrededor.
Foto cedida por Javier Echeverría para este proyecto.

El ratón de campo, Apodemus sylvaticus, es una de ellas y quizá la más prolífica y es un gran consumidor de hayucos. El año que los hay la especie crece fuerte y todo va bien.

Pero, termina el invierno y las reservas y no queda nada disponible y la necesidad obliga a seguir alimentándose. Y en la primavera llegaba el problema. Los ratones de campo dejaban atrás un buen año con buenas camadas y buen comer y se buscaban la vida en casas, almacenes, graneros, hórreos, y en las plantaciones, lo que hacía peligrar las cosechas.

De ahí que Améscoa, recurriera con cierta frecuencia a la Cabeza de San Gregorio. El mencionado, pudo ser uno de los factores.



AGRADECIMIENTOS: 

A David Mariezkurrena por sus fotografías de Mirafuentes y sus datos de los Libros Parroquiales de Bautizados y Difuntos.

A Javier Echeverría por su foto de un ratón de campo junto a restos de hayucos.

DIPUTACION FORAL Y PROVINCIAL DE NAVARRA