El Dragón de Urbasa

El Dragón de Urbasa


        Conocí a Josemari Satrustegi en 1989 y mantuvimos amistad y contacto hasta poco antes de su fallecimiento en 2003, con 72 años de edad. Había nacido en Arruazu en 1930.

Contacté con él para pedirle que prologase el libro con las obras completas de etnografía e historia de don Luciano (Luciano Lapuente Martínez, de San Martín de Améscoa). La publicación no tenía fecha fija y yo me encargué de la biografía. Ambos terminamos nuestros trabajos a tiempo y asistimos al homenaje rendido a Lapuente y a Emilio Redondo en 1990 en Zudaire.

Satrustegi había tenido contacto con Lapuente en el desarrollo del Proyecto Etniker y había fundado la revista Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, en la que, entre 1971 y 1982, se publicaron, los trabajos de Lapuente.

Más tarde apoyó diversas iniciativas culturales relacionadas con toponimia y lenguaje. Para la publicación trimestral Te vas a enterar, de Arantzaduia 94, hizo una adaptación de su trabajo «El dragón de Urbasa», que en su recuerdo, reproduzco:     


El balcón de Ubaba/Ubagoa, que no de Pilatos

El balcón de Ubaba/Ubagoa, que no de Pilatos


Mirador de Ubaba/Ubagoa, sobre Baquedano.
Foto de archivo propio    

El Nacedero del Urederra es la salida natural y mayoritaria del importante acuífero formado en el macizo kárstico de Urbasa. Se origina en la pared, casi cortada, del extremo noroeste del término de Baquedano, a unos 700 metros de altitud frente a los más de 900 que alcanza la cresta superior de dicha pared.

  La evacuación del agua de Urbasa ha modelado, en el transcurso de millones de años, la muesca producida en el reborde meridional del macizo y que constituye un anfiteatro rocoso de notable belleza en el Monte Limitaciones de las Améscoas. El fondo rocoso sirve de marco a las impresionantes cascadas que, tras una accidentada caída de más de cien metros, dan vida al río que quedó con el nombre de Urederra (de ur: agua y eder: hermosa).

  La toponimia tradicional ha salvado el paso del tiempo con diferente grado de conservación. Se han producido variadas alteraciones y por motivos muy diversos: administrativos, lingüísticos, derivados de negligencias, etc.

Hay cambios lógicos, otros necesarios o irremediables, pero algunos no dejan de ser un cierto atentado a la cultura local, que existe. Y este de Balcón de Pilatos entra de lleno en ese grupo. O eso creo y lo cuento.  


No es cuestión de antipatías por Poncio Pilatos, pero no es serio que sean los turistas quienes rebauticen los nombres de lugar. Estamos excelentemente dotados en cuanto a paisaje y naturaleza, y tenemos una muy rica toponimia, en lo cuantitativo y en lo cualitativo. Urederra, Larregoiko, Ameskoazarra, Lizarrosta, Basaula, son nombres que tienen buen sonido y buen sentido, además de nominar parajes de gran belleza.

Pero sufrimos las consecuencias del síndrome del “descubridor” que le afectó a algún visitante no hace muchos años. El síndrome del “descubridor” consiste en que cuando el visitante afectado se encuentra con un paraje peculiar que desconocía, cree que ha hecho un “descubrimiento” absoluto y que nadie sabía que eso estaba allí hasta llegar él. Y se cree obligado a bautizar el paraje para dárselo así a conocer al resto de los mortales.

Y en este caso concreto, el “descubridor” le puso un nombre, por cierto nada original ni coherente con el resto de nuestra toponimia, a un paraje que ya lo tenía. Y como si fuera una epidemia, poco a poco se va extendiendo. Esa es la gestación del enésimo “balcón de Pilatos” que pasa a engrosar las listas de la toponimia mundial, europea e ibérica.

El perjuicio es doble en este caso. De un lado, arrincona al topónimo original, lo que ya ha pasado en otros casos (como la Fuente de las Lentejas, que ha hecho desaparecer al nombre original). De otro lado nos coloca un topónimo que parece sacado de un todo a cien.


Balcón de Ubaba desde el lado oriental del mirador
Foto de archivo propio

Es claro que lo de Balcón de Pilatos viene de fuera porque el nombre es absolutamente desconocido en la zona hasta hace 30 o menos años y que no tiene la menor originalidad, porque se repite a lo largo y ancho de la geografía ibérica, europea y mundial y que lo mismo vale para un roto que para un descosido, como pondré de manifiesto líneas adelante.

Y digo que era absolutamente desconocido lo de Balcón de Pilatos, porque no es citado por uno solo de los autores que ha escrito sobre esa zona concreta. Y hay unos cuantos. Ni Negro Juanbelz en su opúsculo sobre el Beato Esteban de Zudaire de 1920. Ni José Miguel de Barandiaran en su informe sobre las investigaciones realizadas en los dólmenes de la zona en 1921. El informe fue publicado en 1923 e incluye un plano manual de la toponimia de la zona.

Pero es que tampoco lo cita Jaime del Burgo en el texto que redactó para un folleto sobre la zona en 1968 (en el que sí habla de Ubagua). Ni lo menciona Luciano Lapuente en sus escritos, “Las Améscoas”, no 131, de 1972, y “Urbasa”, no 211, de la colección Cuadernos de Cultura Popular, de 1974. Ni lo conocían como propio, salvo por haberlo oído “a algún turista”, ni uno solo de los vecinos del valle encuestados por Arantza Garate y por mí, entre 1979 y 1993, para el Tomo XXII de Toponimia y Cartografía de Navarra.

Pero además de espurio, el nombre aplicado carece absolutamente de originalidad. La expresión “Balcón de Pilatos” sirve para describir:

.- Parajes situados en lugares elevados y desde los que se domina una vista amplia. Los hay en la mayor parte de las comunidades autónomas españolas: Andalucía, Aragón, Cantabria, Castilla-León, La Rioja, Madrid, Navarra, País Vasco y Valencia, y por duplicado y triplicado en algunas de ellas. Lo hay también en Bolivia, Francia, Portugal y Suiza.

.- Balcones en edificios singulares: en San Sebastián (en el ayuntamiento), Dilar (Granada), Pedraza (Segovia), Peñíscola (Castellón)

.- Imágenes, púlpitos, pasos procesionales y pinturas de épocas y países diversos.

Circo rocoso desde el extremo occidental. Foto de archivo propio.

Y digo que el paraje ya tenía su nombre, porque la surgencia, o nacedero, del agua en la pared de roca se cita en documentos diversos como Ubaba, Ubagua y Ubagoa (entre los siglos XVI y XX). En ese vocablo, de origen euskérico, está presente “uba”, normalmente con relación o significado de “agua”. Y “ago”, con la acepción de “boca”. Bien sea porque llamaron en su día

“boca del agua” a la surgencia o “embocadura del agua” al lugar donde empieza a “embocar” el río, el nombre no parece nada desatinado. El mismo nombre se aplicaba al primer tramo del río Urederra, siguiendo una costumbre muy habitual de que el río tuviera un nombre en cada tramo. El río era llamado “de Ubagua/Ubagoa” en su primera parte (y en algún caso hasta Batzarramendi); “de Urederra” cuando veía la luz; “de Zufibarria”, cerca del antiguo puente, y “de Intzura”, en su tramo inundable.

La parte de encima del Nacedero recibía el nombre de Raso o Rasico de Ubaba en tanto que quedaban un Portuzargaina al Oeste, el Alto del Puerto Viejo de Zudaire, cuyo nombre final quedó en Zurgaina o Surgaina, y otro Portuzargaina al Este, el Alto del Puerto Viejo de Baquedano. El paraje, extenso y más noroccidental de Baquedano, se cita, desde la peñera, como Monte de Ubagua, en los amojonamientos con Zudaire desde hace siglos. 

En el siglo XIX, hay documentos que a la peñera le llaman “la ceja de Ubaba” (quizá por estar sobre el “ojo” por el que surge el agua) y, a primeros del siglo XX (1911), la citan como “la revuelta de Ubaba”, porque la peñera describe allí una curva.

Existen numerosos “balcones de Pilatos” en España y en Europa, y quizá los que tienen más justificación por basarse en leyendas bastante antiguas, son los de Francia y Suiza.

Según dice dicha leyenda, o la suma de varias de ellas, Poncio Pilato se habría suicidado arrojándose al río Rodano en la ciudad de Vienne (Francia), donde existe un monumento, “la tombe de Pilate”, y donde hay monte, macizo, balcón y parque natural con el nombre de Pilat o Pilate. Según el “Mors Pilati”, tras caer en desgracia con el emperador romano, su cuerpo fue arrojado al Tiber (Italia). Las aguas devolvieron el cadáver a la orilla y fue llevado al Ródano, cerca de Vienne (Francia) donde se repitió el rechazo. El tercer y último intento fue llevarlo al lago Leman, en Lucerna (Suiza), o a un pequeño lago situado cerca de la cumbre del monte Pilatos (2352 metros de altitud), también sobre Lucerna. Finalmente, concluye la leyenda, cada Viernes Santo, sale del lago y se lava las manos. Los dos balcones de Pilatos con algo de fundamento, están pues en Francia y Suiza y las leyendas datan de tiempo muy antiguo.

Quédese en buena hora el topónimo en Francia y en Suiza, con su correspondiente leyenda, y manténgase aquí el nombre primitivo (Ubaba, Ubagoa, Ubagua), como monte, raso, ceja, alto o revuelta, ampliamente documentado desde el siglo XV, que no necesita el paraje vestirse con plumas ajenas para lucir con toda su belleza.





El biércol (brezo), las escobas y el abuelo Gerardo

El biércol (brezo), las escobas y el abuelo Gerardo


Pequeño raso cubierto de brezo y enebro

Hasta hace un tiempo no muy lejano los amescoanos sabían mucho de lo cercano e inmediato, porque de ese conocimiento extraían lo imprescindible y necesario para satisfacer sus necesidades básicas. La naturaleza ha sido durante siglos, con mucha parquedad eso sí, madre y maestra.

De esa escuela han salido aprovechamientos mayores como los agrícolas, hortícolas, ganaderos y forestales. Han surgido otros, también dependientes de la naturaleza, como caza, pesca, apicultura, recolección de setas, recogida de plantas para remedios e infusiones, recolección de hoja y falaguera, retirada de estiércol, neveras, etc.

Y aún otras menores como el aprovechamiento de las características de ciertas maderas y de ciertas plantas para cubrir necesidades de verdadero interés.

Este saber, basado en la experiencia de generaciones, lo hemos visto practicado por una persona irrepetible: el abuelo Gerardo que fabricaba escobas con biércol (brezo).

Lo cuento.     



El entierro de Gollano, Améscoa Baja

El entierro de Gollano, Améscoa Baja


Portada de la Iglesia de San Bartolomé de Gollano

Si Gollano es reducido de tamaño, parece haber sido compensado por la antigüedad de su iglesia, antigua colegiata, y por la importancia histórica de su valedor más ilustre y conocido, Fernando de Baquedano, fallecido en 1501.

En relación con su templo, dice el CMME que es “un edificio medieval construido hacia 1200 en un estilo protogótico influenciado por el Císter, con algunas reformas posteriores efectuadas en el siglo XVI”.

Y en relación a la rama de los Baquedano relacionada con Gollano, cabe decir del ya citado, Fernando de Baquedano, que fue el personaje amescoano de mayor relevancia en el reino de Navarra durante la segunda mitad del siglo XVI. Bajo su iniciativa se construyó el palacio de Gollano y fundó la colegiata. Fue Protonotario del Reino, Maestre de Finanzas y Consejero Real. Con él se inició la rama de los Baquedano propietarios del palacio que alcanzaron el Marquesado de Fuerte Gollano.

Ni unos ni otros llegaron a vivir en el palacio, pero sí quisieron ser enterrados en su iglesia de San Bartolomé. 

 

Catalogo monumental de Navarra II*. Merindad de Estella. Améscoa Baja. Gollano.  140-143

GARCÍA DE ALBIZU, Balbino (2022), «El palacio amescoano de Urbasa. Del nacimiento a la agonía.», en Conociendo el pasado amescoano, VII, Pamplona, Lamiñarra. pp. 52-53.




El Mojón, un grato ritual


El Mojón, un grato ritual (I)

Mojones en la Pared de Limitaciones de las Améscoas

El ritual del mojón se estableció como primer acto en el programa del Día del Valle, Ameskoako Eguna, en Améscoa, celebrado por primera vez en 1994. Se trató de colocar un mojón nuevo junto a otro de los antiguos en recuerdo de lo expresado en el mandato regio de Carlos III, rey de Navarra, de 1411, de “moxonar y amugar lo que es nuestro y lo que es de los amescoanos...”. Y eso se llevó a cabo, mediante el añadido de un nuevo mojón, eso sí, en la proximidad de algún otro antiguo, y así recordar aquella circunstancia en que que se obtiene el reconocimiento real de la propiedad, uso y disfrute del conocido como Monte Limitaciones de las Améscoas.     Y lo digo, porque una cosa era tener derecho y tener razón, y otra, conseguir el reconocimiento de ese derecho. No solo ante el rey, sino ante los ganaderos de otras zonas de Navarra que deseaban gozar de libre paso y pasturaje a nuestros rasos, tal como accedían en el estío al resto de pastos serranos que eran de realengo en Urbasa.

Es pues un acto simbólico a la vez que didáctico de una parte fundamental de nuestra historia, del reconocimiento como parte integrante del territorio amescoano de esos 52 km² “limitados” con relación a lo que era propiedad del rey. De ahí que los mojones lleven una “L” de “Limitaciones” en el lado amescoano y una “R” de “Real” en el lado que fue del “realengo”.

Mejor, lo explico. 

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