Las armas de fuego y las leyes de caza clasistas del siglo XVIII. Améscoa, 1754.
La caza, tras el
carroñeo, es la forma de procurarse alimentos de los primeros seres humanos en
la prehistoria.
Irá perdiendo
importancia como tal fuente, tras la domesticación y crianza de los herbívoros,
quedando como un complemento proteínico en el caso de la caza de aves, la “volatería”, de una parte, y o en algo mucho más importante, de otra, la "montería", un símbolo de poder.
De un lado, son los reyes y la nobleza los que practican esa actividad y deciden: quién puede hacerlo, en qué lugares, en qué épocas, con qué especies y con qué medios. Y llegan las armas de fuego y se populariza su uso.
Y los que practican ese “noble
arte de la caza” sin ser invitados, y son considerados por ello intrusos o furtivos, son las gentes del campo, que
viven en el medio rural y tienen fuertemente enraizado el hábito cinegético. Y cuando usan trampas, cepos y lazos se considera un “modo ruin” de
hacerlo y cuando usan arcabuces, mosquetes o escopetas, no
dan la talla como “personas de calidad y distinción” y no se les
permite.
Esa situación se prolongará hasta entrado el siglo XX y queda expuesta en la película "Tasio".
Para muestra de esa discriminación, unos datos de 1754.
No hay comentarios:
Publicar un comentario